Crónica del Maestro


6:05 a.m ring, ring
El timbre se ha pronunciado en otra mañana más. La coordinadora nos mide a “ojímetro” el dobladillo del vestido a cuadros. Ha empezado otro día escolar.
6:10 a.m. segundo llamado.
Todas las estudiantes entramos con nuestras posturas “noviciales”. En las aulas ya los pupitres, ya las mesas, y el tablero, ya el profesor. Bueno! Las profesoras, aquí es casi un pecado , es una prohibición del Padre Celestial los cuerpos que exhalen olores a mancho alfa, una tentación carnal para este público femenino.

La clase ha empezado. Es viernes, el día más agitado.
Gracias a nuestra política nacional de producción, algo así como trabajar, trabajar y trabajar, las artes –y en general la educación colombiana- se han visto afectadas por un recorte de presupuesto temporal y económico. Sin embargo, gracias a la sensibilidad propia de la música, de la pintura, la historia del arte, la danza, etc; la clase de artes son los 110 minutos más esperados en la semana escolar.

Para Inés Salazar, a diferencia nuestra, hoy es el día más “pesado” de la semana: la gran mayoría de cursos del colegio pasan por su colorida y siempre cálida, aula de artes. Al final del día su voz estará cansada; esto no es problema, ella es joven y bella, ella está calentando motores para un fin de semana a ritmo de tamboras y gaitas.

Ya sé que este texto debe ser una crónica sobre el oficio del maestro, yo quiero arriesgarme a dar un paseo por la humanidad de uno de los seres más cercaos a la disciplina y a la dulzura, propias de quien se reconoce humilde ante el conocimiento y la insipiencia voraz de aquellos individuos sin luz, como lo pretenden algunos: Los a- lumnos.

Y, qué pasa con _Inés cuando sale del salón de artes? Empieza la danza de la transformación. La vida entristece porque esta mariposa a punto de nacer debe deprenderse de sus ropas rígidas y, algunas veces, absurda más que en la soledad de su crisálida, pues no está permitido en esta correccional, descarriar a las ovejas con un poco de salsa y jazz, con un tanto menos de avemarías y un canto de realidad social.

Esta mujer de medidas cortas y un alma extensa, empezaba su día escolar/laboral como cualquier otro maestro, temprano, muy temprano; un obrero más en este país, un constructor, que al cruzar la puerta del establecimiento educativo padece el dolor de ver empaquetadas todas sus costumbres y hasta algunos de sus más prácticos saberes, para marchar al compás de un régimen (casi) militar en busca de nuestras (J) aulas
8:oo a.m. Aquí viene el otro grupo. Las de octavo son menos caprichosas, aun se les puede contar sobre las hazañas de pintores y escultores que en una época fueron castigados con la severidad del cruel, a lo que ellos escaparon con la fragilidad de sus pinceles y cinceles.

Fuera de estos cuartos del saber, Inés es una mujer que camina, que sufre, que se enamora, que goza. Lejos de nuestros cuartelito, además de ser normalista especializada en música y expresión vocal, la Viejita (haciendo mofa de su edad, es la profe más joven de nuestra institución) es fisioterapeuta: arregla músculos, huesos y al dolor lo acaricia con tibios paños calentados al calor de gaitas y tambores, con una voz que levanta paralíticos y acuesta cansa´os.

A diferencia de muchas compañeras de trabajo Inesita llega a su apartamento y no se preocupa, ni se ocupa, de un marido y una familia menos amplia a la que ella ha construido con nosotras en el cole. Ella está libre de estas cargas, que mas por deseo la gente se la echa encima por compromiso social- para estar a tono, podríamos decir.

9:35 a.m. Viene el descanso. Las niñas del coro estamos por llegar al único rincón del colegio donde se nos permite sentarnos en el piso y compartir nuestras sagradas experiencias de juventud, sin temor a la sombra ubicua de las coordinadoras. La sala de artes se convierte en el lugar donde nuestros pensamientos cobran alas hacia el futuro a través de las ventanas de nuestros pasados y nuestros presentes.

Es viernes, lo recuerdan? Ahora Inesita ha terminado de dar sus masajes post- operatorios, sus tips para una pronta recuperación muscular…Llegó la hora de ser ella, sin miedos, es el momento de mayor rigor en su vida: es la hora de cantar y bailar.

En sus años mozos, más bien diríamos, en su edad primaveral, Inesita había de entrar a estudiar en nuestra alma mater, y por aquel entonces, siendo una niña ya sabía que lo suyo era el canto. Y entre notas y notas( calificaciones) habría de pasar el resto de su vida.

10:05 a.m. Volvemos del descanso. La jornada está por terminar.
Aunque ya han pasado las 4 primeras horas del programa escolar, a Inesita le queda mucha cuerda por dar. Ahora el grupo más divertido está en su casita de ensueños: noveno grado. Con ellas Inesita no ha podido olvidar la magia de los primero s amores, hace comentarios en clase y se vuelve cómplice de todas esas aventuras. Lástima, el tiempo es corto.

La noche cae sobre el nido de mirlas. Cinco mujeres se han reunido al calor de lo imposible: unos cigarros y un poco de anís “enfuerta´o”. Ha llegado el momento. En medio de risas y juegos, la voz mayor hace su llamado y las féminas se organizan para dar rienda suelta a la interpretación. Inesita es la primera voz de un grupo de gaiteras, conocido en el ámbito musical con el nombre de Gaita Hembra. Aquí ella puede ser feliz, nosotras la hemos visto, en la tarima ella se ratifica como mujer, como nuestra directora de coro y como la profe.

10:55 a.m. Estas dos las dos últimas horas de clase. Ya el público debe estar cansado y ausente, deben estar pensando en el fin de semana que se avecina. Sin embargo, Inesita logra acaparar nuestra atención, ya vamos de 11 y no queremos perder ningún detalle con la profe, la que nunca dejaron ser directora de grupo porque su materia no era fundamental en nuestra educación, “esa es una materia de relleno”. Y si! nos rellenaba con sus experiencias de vida – y de muerte, como diría Jairo Mercado-, aquellas lagunas que nos quedaban de las clases de química y de sociales con nuestras madres en cargadas.

La noche va terminando y a Inesita la muza se la ha sentado en las piernas, el ensayo será largo y fructífero. Las mujeres están acaloradas y alegres, concentradas en su felicidad.

El fin de semana transcurre entre unas cuantas llamadas a sus estudiantes, a quienes ella nos consideró sus amigas, porque cómplice como era de nuestras locuras, nunca deseó ser una madre encargada, “ustedes lo que necesitan es una oreja y una voz, las dos yo las tengo buenas”. Además, ocurrían otros ensayos y la preparación de las clases.

12:20 rin, rin. Es la hora de partir.

Domingo por la tarde. Es buen momento para una llamada a la familia que en algún lugar del agresivo paisaje santandereano debe estar tomándose el cafecito con sabor a leña.

Hoy es lunes. La rocola ha vuelto a sonar. Mientras escribo frente al computador tarareo una de las canciones que dulcemente perforan mis recuerdos escolares, entre tanto hago un esfuerzo inútil de recordar la fórmula de vectores y las representaciones gráficas de los alcalinos, éstas nunca llenaron el breve espacio de lo que yo simplemente soñé…
6:05 a.m. rin, rin

martes, 19 de agosto de 2008

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